Una JAM Party de creatividad es un evento que reúne a un grupo de personas «de la calle» con el reto de crear un producto/servicio que solucione un problema de la sociedad. ¿Sorprendido? Pues sí, así de simple y así de fascinante. La JAM de la que les voy a hablar congrega a miles de personas repartidas por cientos de ciudades de todo el planeta, todas a la misma hora y con el mismo objetivo. Vamos a ello:

El sábado 7 de junio fuimos convocados en Espacio Arroelo de Pontevedra un grupo de personas (las que quisieron estar, es un evento abierto al público) que, bajo el titulo PONTEGOVJAM, teníamos el reto de crear un servicio de carácter público para un problema social de índole global. Es importante precisar que ninguno de los participantes ni ninguno de los mentores conocemos con antelación cuál es el reto que nos van a proponer. Asistimos a la cita y punto. ¡¡Qué sea lo que Dios quiera!!

En lo que sigue trataré de contar qué es lo que sucede en un evento de este tipo, tanto desde el punto de vista de la metodología que utilizamos como de las emociones que sentimos. Y lo haré desde el rol de mentor, que fue el papel que me tocó ejercer en el día de ayer. Vamos a ello.

Poco antes de las 09:30 de la mañana comenzaron a llegar los asistentes, quienes fueron recibidos con el cariño y el detalle que saben dar muy bien los integrantes de la organización: el ESPACIO ARROELO. (No voy a mencionar nombres porque los organizadores fueron un montón y sé que se me quedará alguno fuera, y eso siempre genera mucha decepción en quien no sale nombrado). Me atrevo a describir qué pasaba por la mente de las personas a medida que iban llegando: supongo que era una mezcla de ilusión fruto de verse a punto de entrar en un reto y miedo por saber si eran capaces de lograr la meta perseguida. Estaba además la típica incertidumbre que genera conocer a un grupo de personas nuevo: ¿me caerán bien? ¿me sentiré a gusto?

Así las cosas, la primera tarea para los mentores es romper el hielo y lograr que las personas comiencen a relacionarse entre sí. Las primeras dinámicas atacaban directamente a los sentidos y a las emociones: los participantes jugaban a tocarse con el dedo, a mirarse a los ojos… y pronto llegaron las primeras sonrisas abiertas y sinceras. ¡¡Objetivo logrado!!

La siguiente fase es presentarles el reto; sentados en torno a un monitor se proyecta un video explicativo del evento que concluye con una simple palabra o imagen, que será el punto de partida para lograr el objetivo final: crear un prototipo de un servicio que «mejore el mundo». Casi nada. Pues prepárense para saber cuál fue la palabra escondida que tenía que desencadenar todo el proceso creativo: CONFIANZA.

En este punto vuelvo a recordar que los mentores no teníamos ni idea de cuál era el reto, por lo que nada podíamos traer preparado de casa más que las metodologías que forman parte de nuestro «saber hacer». Toca improvisar sobre la marcha y readaptar todo al contexto planteado, sin tiempo a la planificación. Para nosotros es un proceso tremendamente exigente, porque si bien los asistentes arrastran un montón de dudas sobre cómo comenzar, nuestra responsabilidad es darles la guía para encontrar las respuestas sin habernos preparado nada con antelación. En esta fase del programa el bajón emocional es general: en ellos y en nosotros. ¿Cómo se puede crear un servicio nuevo que arregle un problema de la sociedad partiendo de una palabra tan compleja como es «CONFIANZA»? Pues es lo que hay, que diría cualquiera.

Sin tiempo a lamentaciones ni miedos comenzamos las actividades de la jornada. La primera tiene que fomentar la creatividad y contribuir a la formación de equipos. Lo que les pedimos fue que escribieran (o dibujaran) en un post-it lo primero que les sugiriera la palabra clave. No importaba si la respuesta era lógica ni si la explicación era razonable. Cada persona sabía por qué puso lo que puso y eso era lo que valía. En los procesos de creatividad hay que evitar los prejuicios previos y ese principio es básico en todo el JAM.

Con los 30 post-it pegados en una pared procedimos a elegir cinco ideas que nos sirvieran como criterio para agregar personas a los equipos. Se inicia un proceso de votación que también se basa en juegos de agilidad mental y física: buscar el objeto más minúsculo, formar la palabra más larga, calcular un resultado en el menor tiempo posible, aguantar el equilibrio sobre un pie y hablar con un sólo golpe de respiración. Divertido y productivo. El ganador de cada juego puede distribuir 10 puntos entre los post-its de la pared a su criterio, de tal modo que una vez finalizadas todas las rondas tendremos las cinco ideas más apreciadas. Los autores de las ideas seleccionadas explican el por qué de su post-it y las restantes personas deben agregarse a aquel concepto con el que se sientan más identificados. ¡¡Listos los equipos!!

Entramos ya en la fase de desarrollo del proyecto, que empieza con la definición del problema que queremos resolver. La palabra confianza llevada al entorno social nos da pistas de un montón de deficiencias del sistema que podrían ser subsanadas: falta de confianza en la política, en las personas, en nosotros mismos…; esta fase consiste en elegir un problema cualquiera, crear unas hipótesis sobre su origen y salir a la calle a validarlas o refutarlas. Los participantes trabajan en la elaboración de las preguntas adecuadas para los ciudadanos y, una vez definidas, bajan por primera vez a la calle a preguntarle a gente.

De esta fase podemos sacar conclusiones muy interesantes aparte de las que luego se usarían para el proyecto. Por ejemplo, al solicitar a los participantes de la JAM que hicieran una valoración (de 0 a 10) de las expectativas que tenían sobre la colaboración del ciudadano antes de bajar a encuestarles, la media no se superaba el 5. Pero al repetir la valoración una vez que regresaron sobre cómo valoran ahora la respuesta del ciudadano, la mayoría de las respuestas se acercaron a 10. Esto demuestra que las personas estamos cargadas de prejuicios frente a los demás, prejuicios que se construyen en base a experiencias pasadas y que condicionan nuestras percepciones futuras. Es muy importante aprender a aislarse de estas creencias irracionales, porque ello condiciona la actitud con la que abordamos las situaciones cotidianas.

Bien, sigamos. Las opiniones de los ciudadanos dieron pistas a los asistentes sobre cómo encontrar una solución al problema planteado, y a ello se dedicaron en la siguiente fase. El objetivo ahora era comenzar a proponer soluciones que encajaran con el asunto a resolver, cuantas más mejor. El problema que surge en esta fase es que la mayoría de las soluciones afloradas nacen de nuestra parte racional del cerebro y, por ello, todas son lógicas, poco imaginativas y demasiado parecidas a lo que cualquier podría aportar. Necesitamos forzar la mente más allá de lo lógico y para ello los mentores comenzamos a aplicar una técnica llamada SCAMPER que, resumiendo mucho, consiste en cuestionarse todo lo que está propuesto haciéndonos la pregunta «Ã‚¿y si…?». ¿Y si en el mundo no hubiera dinero? ¿Y si no pudiéramos comunicarnos con la gente usando la palabra? ¿Y si los niños pudieran crear y gestionar empresas? ¿Y si los políticos tuvieran un sueldo de autónomo? La aplicación de este cuestionamiento sistemático consiguió que aquella lista original de soluciones (que tenía 5, 6 propuestas) se convirtiera en un enorme listado con casi 2 docenas de medidas a implementar. Muchas de ellas ilógicas, pero no importa. Cuando estamos resolviendo problemas necesitamos aflorar la mayor cantidad de ideas posibles porque nunca sabemos a dónde nos pueden acabar llevando. El momento de cribar y desechar la «absurdas» ya llegará después.

Con este ejercicio (y algún otro más) forzamos lo que se llama el «pensamiento divergente», orientado a producir desbloqueos mentales y lograr duplicar el número de ideas. Y logrado el objetivo… ¡¡al comercio y al «bebercio»!! La hora de comer nos dio la oportunidad de conocernos mejor y disfrutar de unas croquetas y unas tortillas espectaculares. Bar Cachafeiro, todo un descubrimiento 🙂

La tarde había que comenzarla con alguna nueva dinámica que elevara la sangre a la cabeza y la sacara del estómago. Se utilizó un juego que consistía en generar frases partiendo de unas siluetas de objetos, para posteriormente escenificar un cuento delante de los demás. Uno de los miembros del equipo sería el narrador  y el resto ejercerían el rol de los personajes de la historia. Aquí apareció otro ejemplo de cómo nuestra mente bloquea nuestras acciones y nuestro desarrollo: resulta que los narradores tenían escrita la historia en un papel y con ella se fueron al estrado a contarla. En el último segundo se les pidió que no leyeran la historia, sino que la construyeran de modo improvisado en base a los objetos iniciales. ¿Qué creen que sucedió? ¡¡Salió perfecto!! Absolutamente todos los participantes fueron capaces a narrar el cuento sin necesidad de leerlo punto por punto en un papel. Estamos, sin ningún lugar a dudas, ante lo que se llama una «creencia limitante», una suposición negativa que nos hacemos sobre nuestras aptitudes y que condiciona nuestro comportamiento futuro, creyendo que no somos capaces de afrontar tal cosa. ¿Recuerdan aquello del «miedo a hablar en público»? Se trata de uno de los miedos más comunes entre la gente, pero a tenor del resultado de esta pequeña muestra, estoy convencido que en la mayoría de los casos es un miedo irreal que no está fundamentado en nada. La mayoría de la gente es más capaz de lo que ellas mismas dicen y creen. Para muestra un botón 🙂

Volvemos al desarrollo de la actividad creativa; les recuerdo que la habíamos dejado antes de comer en una lista de posibles soluciones al problema detectado a primera hora de la mañana. El paso siguiente consistía en establecer criterios de criba que nos ayudaran a seleccionar la propuesta definitiva. Diego Parajó les enseño a «peneirar» (término muy gallego que guarda relación con el arel que se usa para cribar el trigo), esto es, a crear una matriz con las variables que ellos decidieran de tal modo que solamente unas pocas propuestas acabaran en el cuadrante óptimo. De ellas tenía que salir la definitiva, y así fue.

Recapitulemos; a estas alturas de la tarde ya teníamos un problema detectado y una solución para él. Nos quedaban sólo dos pasos: el siguiente era desarrollar esa solución, es decir, precisar con más detalle en qué iba a consistir. Roberto Pérez Marijuán les mostró como hacer un mapa de experiencias del cliente, gráfico que les permitió aprender a desagregar un servicio en todos sus pasos y detectar en cuáles de ellos hay puntos de mejora en comparación con lo que ya conocemos. Dicho y hecho; los participantes se pusieron manos a la obra y en poco más de una hora ya tenían perfectamente definido en qué consistía el servicio propuesto y todos los beneficios que iba a recibir el futuro consumidor.

Llegaba el paso definitivo; dado que ya eran capaces a entender cómo funcionaba el servicio que daba respuesta al problema, solo quedaba representarlo en un objeto tangible que permitiera explicárselo a la gente. Llegó el momento de prototipar, para lo cual podían usar cualquier objeto que encontraran en la sala. Nuevamente afloró la creatividad en estado puro: cajas de cartón, plastilina, papel, cuerda… todo lo que se les ocurría entraba a formar parte del prototipo. Esta fase final comprendía también el proceso de validación delante del usuario, o lo que es lo mismo, tocaba volver a la calle con el prototipo y explicárselo a los ciudadanos.

Y con eso se completaba el reto: generar el prototipo de un servicio que solucionara un problema social. El resultado fue «espectacularmente espectacular». Ninguno se pudo imaginar que serían capaces a desarrollar una idea tan compleja partiendo de una palabra tan simple, con tan solo unas pocas horas de trabajo y unas determinadas directrices. La guinda consistía en explicar a los demás equipos cuál fue el resultado obtenido (cosa que hicimos en el pub «al lío») y disfrutar de los premios, los aplausos, los abrazos, las sonrisas…  ufffffffffff  ¡¡Menuda ensalada de emociones!!

Me reservo algunos detalles que conforman la «parte emocional» del evento porque soy consciente que hay cosas que son imposibles de contar con palabras: hay que vivirlas en primera persona. Pero sí quiero acabar con dos reflexiones importantes confirmadas en este día tan intenso:

1) En este valle de lágrimas en el que hemos convertido este país todavía hay gente que mantiene un optimismo y una ilusión digna de elogiar. Ellos son los que valen la pena y es con ellos con los que hay estar. Eventos de este tipo nos permiten encontrar a personas valiosas y de gran corazón. ¡¡Yo quiero estar con ellas!!

2) Las personas tienen mucha más capacidad para hacer cosas de la que ellos mismos reconocen. A poco que se les ayude a eliminar esos frenos mentales que les bloquean, los límites desaparecen y cualquier cosa es posible.

En mi nombre y el del resto de mentores y organizadores os traslado mi gratitud enorme y profunda por el cariño que todos los asistentes nos demostrásteis a lo largo de la jornada. Ha sido un verdadero placer compartir tiempo con personas tan especiales y confiamos poder volver a toparnos con vosotros por algún otro lado. Con todo nuestro afecto

Juan José Romero Crusat

Roberto Pérez Marijuán

Diego Parajó Naveira

Raquel Pedrouso

Pablo López Gutierrez (ausente por nacimiento de su bebé; ¡¡felicidades, Pablo!!)

África Rodríguez

María Pierres

Jota (el hombre de la cámara)