Los consumidores necesitan información para tomar sus decisiones. Debes comunicarles lo que quieren saber y hacerlo mediante mensajes atractivos que atrapen su atención.
Tu comunicación tiene que ser creíble e inspirar confianza a quien la escucha. Si tu interlocutor no confía en tu empresa no lograrás cerrar ningún acuerdo por muy buen producto que tengas.
Las emociones generan reacción y de ahí la necesidad de construir comunicación que no deje indiferente a tu cliente.
Tienes que aterrizar la idea de su fase conceptual y convertirla en algo tangible para el mercado. En esta etapa tendrás que validar la idea ante potenciales clientes, desarrollar la propuesta de valor, crear un mínimo producto viable y testarlo ante el mercado. Superadas estas fases, sí podrás decir que tienes un producto o servicio de interés para el cliente.
No todos los productos generan ingresos suficientes como para poder vivir de ellos. En esta segunda fase tendrás que diseñar el modelo de negocio que permita monetizar tu idea y generar ingresos recurrentes. Incluye definir el cliente al que te vas a dirigir, diseñar la estrategia de posicionamiento y entrega, descubrir tareas clave y asignarles recursos para su ejecución, y encontrar la viabilidad técnica, económica y comercial de tu proyecto.
Finalmente tendrás que volcar toda la información a un plan de empresa que puedas mostrar a inversores, bancos o insertar en una campaña de crowdfunding. Y una vez que hayas recaudado el dinero necesario para arrancar tu iniciativa, tendrás que desarrollar e implementar la estrategia de posicionamiento comercial imprescindible para lograr las primeras ventas.